
(Toledo, 1978)
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A vueltas con Eros
He soñado, sueño que estoy a tu lado, y te beso muy suave en la boca. Despacio, muy lentamente. Cierro los ojos mientras huelo tu pelo. Pronuncio tu nombre, y en tu oído susurro: soy tu compañero, vamos juntos, dame la mano. Cojo tu mano. Ahora te quitaré la ropa, no toda. Con mucho cuidado. No tengo prisa. No tienes tiempo. Tendidos, con tiento, acaricio tu rostro con las yemas de mis dedos. Eres tan hermosa. Quisiera despertar siempre en tus ojos. Para siempre caer en ellos, como tú caes ahora en mis manos. Para siempre. La caricia de mi mano, mis labios te acarician. Mi boca en tu cuello, en tu pecho saborea la dureza templada, la tersa ternura de tus pezones. Me nutro de ti. Ya sólo vivo de ti. Sólo por ti, de tanta vida, me estoy muriendo. De tanto gozo, me estoy viviendo. Mi boca y tu boca, mi boca y tu ombligo, tu vientre y mi boca, y mi cara que te roza por encima de las braguitas, y entonces tu aliento sonoro y un escalofrío. Acaricio tus piernas. Dobla tus rodillas el deseo de mis labios. Beso tus muslos. Me gusta cómo hueles. También quiero saber a qué sabes. No tienes prisa. No tengo tiempo. Tenemos toda la eternidad por delante. Y mis dedos te tocan, mi rostro te toca, mi boca te toca; mis dedos, mi rostro, mi boca te tocan te palpan te pulsan te rozan. Lenta y suave, mi lengua donde tan suave eres. Ahí, donde no hay tiempo, quiero estar todo el tiempo. Ahí, donde no hay tiempo, y sí esta sed, sed de ti. Sola sed de tu agua, pues también te quiero así, líquida, mielosa, adentro mío, cálida copa de rocío iluminado por la luna, viento del sur que me trae brisa y locura, savia o jugo de la fruta más sabrosa, de la rama más fresca (después será tu carne, entreverada de alma, cuando yo esté dentro de ti, tú fuera de mí, envolviéndome; yo fuera de ti, tú dentro de mí, desbordándome: tú, mi piel y mi asombro). Y saciado, de tanta boca que alza, danza y me marea, ya no tengo sed (la tendré más tarde). Y lleno al fin de ti, feliz, felices, comienzo de nuevo, y te beso muy suave en la boca
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Exilio
No estar dentro de ti
es mi único exilio.
(de: A vueltas con Eros, de pronta publicación en la editorial Amargord)
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Paráfrasis
III
Aún
No,
no ha sido fácil,
vadear tantos ríos,
atravesar estaciones
sumergidas en la negación.
Lo que queda,
después de todo,
me atrevería a llamarlo
esencial. Por ejemplo:
estoy vivo.
Te amo.
(Jorge Riechmann)
[ I N É D I T O S ]
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Soñé la muerte
Soñé la luz que arde y fija el polvo y cristaliza la saliva que disparan contra los
desperados las serpientes del abandono
y las miradas que se reconocen sin antes haberse conocido
y estallaron las risas contra los muros de la nada
Soñé la fiebre que se alza eyaculando engrudo en el aire lisérgico de un cielo azul
deshabitado
donde llorarán los dragones de la última creación
y los poemas que escribí y después rompí bajo las leyes del fuego
y ceniza es lo que será diamante
y nunca más se supo
(…)
Soñé los brazos tatuados por las agujas orientales de la muerte lenta y
Soñé hongos y
Soñé peyote y
Soñé mares de verdes estrellas esculpidos
mientras se desprendían los dientes ennegrecidos por obra y gracia del basuco
y enfurecían las hormigas de la sobredosis
bajo la piel gélida de los cuerpos ahorcados
(…)
Soñé que nadie nos quería
y mendigábamos palabras que abrazan o destrozan
en el dorado inalcanzable de las estaciones de servicio
y un buen día se detuvo un coche y subimos
y nos condujo hacia la línea de sombra de un amanecer esquivo
y nadie dijo nada
(…)
Soñé que las pantallas
y las máscaras del lenguaje y los aparatos de televisión
eran lanzados por la ventana
y poco a poco comenzamos a mirarnos a los ojos
hasta por fin vernos
y era la (r)evolución
(…)
Soñé a contracorriente que encontraba al señor Kurtz remontando las aguas del río de la
vida y la muerte que se nos lleva
y el señor Kurtz eras tú
y era yo
y somos los hombres huecos
a contracorriente
a contracorriente las aguas del río
a contracorriente el río de la vida
a contracorriente las aguas del río de la vida
y la muerte que nos lleva
a contracorriente
(…)
Soñé que era el Narciso de las Leproserías
Soñé a Dostoievski leyendo una Biblia de hojas blancas como los glaucos cielos
imposibles de Siberia Sumergida
(…)
Soñé que el día 26 de abril de 1932 Hart Crane no divisaba las costas de Florida
sino que paseaba mirando al atardecer desde el puente más con más de esta Nueva York
sobre las aguas danzante
hasta tropezar con la sombra del corazón del hombre que le alejaría de las horribles
costas de Florida
donde otros cuerpos son hoy los que flotan inertes o se sumergen inertes
como el esmoquin reflectante de Mario de Sá-Carneiro
así que dame tu otra mano Hart
–sobre nosotros amanecerá Manhattan–
nadie sabrá que tres hombres caminaron las aguas del East River
sin amor desde el puente que cantabais
sin amor desde el puente que yo canto
sin amor desde el puente de Brookling
y nada más que sombras
(…)
Soñé que la infancia es el amuleto
(…)
Soñé que había asesinado a mi Ángel de la Guarda
(…)
Soñé que vida y poesía son inseparable aventura a vida o muerte
(…)
Soñé que yo era un niño perdido que cuidaba de otros niños perdidos
y era dichoso
y sin embargo esa lluvia algunas tardes
esa lluvia adentro
sin nombre
esa lluvia
mamá
(…)
Soñé todos los poemas que me quedan por escribir todos los libros por leer todos los
hombres y mujeres por descubrir todas las noches por vencer
todas las cuerdas oxidadas
y quise nunca más morir
¿me oyes?
nunca más
Soñé que vivíamos
y no era un sueño
y despertamos
En Santa Teresa, a 15 de julio de 2666
(15 de julio—27 de agosto de 2003)
(de: Soñé la muerte y otros poetas, 2011)
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Última fe
Creo que,
al menos mientras vivimos,
hay un bien imperecedero,
una suerte de dios,
en el hecho
de haber amado
alguna vez.
Esa es hoy
mi última fe,
el único motivo
por el cual
volvería a la vida.
(de: En esta luz nosotros, 2014)
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