
(Santa Coloma de Gramenet [Barcelona], 1973)
Parto
Hubo un instante
en que nadie en el mundo
había muerto.
Una línea finísima
de tiempo impreciso
en que todas las cosas
chocaban
suspendidas
en el fluido
caliente
de la casa.
Vino después
un giro brusco:
la luz blanca
y el primer golpe
y un ruido
de engranajes
y esta penumbra.
Una casa
Hemos comprado una casa un día de lluvia
para que circule la sangre tan resguardada
que vuelva a florecer en primavera.
Hemos comprado una casa para limpiar,
en las estancias, el lodo frío de la soledad.
Hemos comprado una casa para ver al fracaso
pasear su perro cojo alrededor de la fuente;
para escuchar cómo se aleja la gran oscuridad;
para resistir como esas plantas que las gotas
están dejando heridas de pavor.
Hemos comprado esta casa para colocar fuera
lo que nunca sabremos poner a cubierto.
Jordaan
Las ventanas enormes de la casa
parecían dos peceras
que a fuerza de embestirse
modulaban la claridad.
Y nosotros nadábamos dentro de la casa,
más polizontes que peces, más capitanes
de un filibote holandés,
que campesinos de los huertos
líquidos del interior.
La fachada se inclinaba hacia delante
buscando soltar amarras
y alejarse de puentes y de aceras.
Y nosotros nadábamos por la casa,
por encima de los muebles,
siempre hacia las ventanas
por ver la tormenta del mar de Galilea
o la luz que mancha de miel la piel de la aguadora.
Cortamos los nenúfares del techo;
masticamos sus flores orientales.
Y la sombra de las paredes se convirtió en verano
del círculo polar;
y nuestros ojos tomaron la belleza
del color de los ladrillos de Manhattan;
y la imagen de nosotros en nosotros fue igual que nuestra imagen:
todo multiplicándose
como peces y panes, como espejos,
y a lo lejos una música débil en su concha
creciendo como orquesta
que irrumpe de repente en un tsunami.
Céfiro
I used to be a sort of blind
now I can sort of see
Bill Callahan
Nos adorna el paisaje.
Por ejemplo,
ella deja que el sauce le roce con sus ramas
y yo que el céfiro caliente deposite jazmín
en mi barbilla.
Estiramos los cuerpos junto al río
como si fuesen rocas decorando la tarde.
Ella contempla el agua ondulando la luz,
la luz contempla el agua ondulándola a ella.
Se aleja la ciudad desde nuestras riberas,
pero vienen abejas con su baile celeste
y caballos y vacas jugando como perros.
—Las bestias— me susurra —son caricias del agua.
El céfiro caliente se cuela entre nosotros
llevándose las ramas de sauce de su pelo
y el jazmín que perfila de blanco mi barbilla.
Observamos la luz ensortijar el río
y el río nos observa envueltos en el céfiro.
Ya no somos dos ciegos que tiemblan ante el alba,
ahora somos videntes desvelando las sombras.
© José García Obrero, de los poemas
de: La piel es periferia. Visor Libros. Madrid. 2017.
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