Winétt de Rokha. Poemas

(Luisa Anabalón Sanderson. Santiago de Chile, 1894 — 1951)

 

 

 

Carcoma y presencia del capitalismo

 

Frío, plano, de exactas dimensiones,

el siglo XX cabe en una cancha de tennis.

 

En mesitas de café-concierto,

entre pajillas, whisky-sowers y cigarrillos egipcios,

la mujer contemporánea

borda corpiños de seda negra.

 

En el paddock,

al compás de la música loca de una jazz-band,

las mujeres y los caballos se pasean.

 

Del brazo de Pablo de Rokha,

intervengo en el ritornello

mundial de las muchedumbres.

 

Ilustrando mis poemas

con perspectivas de paperchase,

con sweaters cuadriculados de sportman

y humaredas de inquietantes locomotoras,

soy la Eva clásica del porvenir.

 

Astral y sensitiva, horado

en aviones románticos,

el azul de las golondrinas perdidas.

 

 

Escenario de Melopea en antiguo

 

Cóncavo, con estalactitas y estalagmitas,

todo blanco, como el dedo de la mañana

y un tapiz rojo, ensangrentado y repitiéndose,

donde mi zapatilla es una sola pepa de sandía.

 

Todo ojo se copia en los espejitos de mis uñas

y mis brazos caen, se levantan y caen otoñándose.

 

La palabra se hace mariposa de noche,

pestañea, gira, se detiene, abre su corazón de perla inopinada

y se prende a un eco que rueda,

lentamente, desdoblándose, persiguiendo su órbita,

como una cabellera de astro que se disuelve.

 

 

Trenzas de humo

 

Porque los exaltados nubarrones

descienden en la soledad del amanecer

y los altos tejados inyectan su veneno de hastío

y sobrepujan

a la onda exterior y superficial del día.

 

¿De dónde han venido aquellas mariposas

tan amarillas

a deshojar un collar de ébano

alrededor de mi garganta,

que es un lirio entre dos abismos?

 

Allá los corderos mudos,

sacrificados en el marco de la mañana;

allá los volcanes libres y los pensamientos,

los caracoles rubios besando las bocas

de las campanillas jugosas.

 

La danza inmediata de aquel viento que huele a muerte,

encuclillándose a mis pies, ahora,

palpándome las sienes con una gasa desprendida.

 

La claridad en los ojos risueños

como el advenimiento de Pentecostés.

 

Mi corazón se precipita

a la orilla de los horizontes sin medida.

 

 

© herederos de Winétt de Rokha

2 respuestas

  1. Buenos días Ginebra Magnolia:

    Me agradaría replicar en mi blog, El poeta ocasional, un poema de Winéett de Rokha, si están de acuerdo. Obviamente, declarando la fuente. Por lo contrario, recomendaré la página en otras plataformas.

    Saludos cordiales Pedro Donangelo El poeta ocasional https://epo2daepoca.blogspot.com

    Libre de virus. http://www.avast.com

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