Paulatinamente, además del origen de su nombre, de los viejos malecones y del Atlético Chalaco, el Callao ha ido perdiendo la nostalgia del cajón y la jarana que rara vez se escuchan en sus calles. En realidad, son muy pocos los que prefieren ese Callao antiguo, de avenidas estrechas e iglesias coloniales; y son más pocos todavía los que recuerdan aquel viejo puerto y le cantan, como lo hace hoy Carlos Cabrera.
Vocación eterna
No obstante la crítica situación que padece la música peruana, sumada al desamparo del Estado y de la empresa privada, todavía es posible advertir el interés y el entusiasmo de algunos compositores e intérpretes nacionales. Lo curioso es toparte con uno de ellos tan lejos de sus raíces: a pesar de vivir más de 50 años fuera del Perú, lo que más asombra de Carlos Cabrera es esa añoranza por la tierra que descubrimos en sus canciones.
Su itinerante vida empezó en 1954, cuando se marchó a Buenos Aires a estudiar medicina y al cabo de un tiempo formó su primer grupo musical, Los Wawancó. Esta primera experiencia fue quizás la más pródiga de su carrera, ya que en sus casi 13 años de vida grabaron 33 Lp’s, ocho de los cuales llegaron a ser discos de oro. Asimismo, fue en este tiempo en el que el grupo participó en películas como “El Gordo Villanueva”, “Viaje de una noche de verano” y “Villa cariño”, en donde compartió escenario con Enzo Viena, Jorge Porcel, Alberto Olmedo, Leo Dan, Palito Ortega, entre otros actores y cantantes argentinos.
Luego de recorrer diversos países europeos como España, Suiza, Austria o Italia, Carlos Cabrera deja la agrupación para formar una nueva: Macondo. Es por estos años, a mediados de los 70, cuando el quinteto compone “Canto y lloro por ti, Amazonas”, cantata en la que manifiestan su preocupación por la destrucción de nuestra amazonía, 30 años antes que cualquier moda ecológica. Sin llegar a repetir los grandes éxitos precedentes, Macondo inicia varias giras que los llevó nuevamente por Europa, pero sería Ibiza el lugar donde el músico decide establecerse, en 1978.
Callao, mi voz…
La fascinación por el paisaje y el mar ibicencos, así como el recuerdo por el Perú y las playas chalacas, fueron decisivos para la gestación del álbum “El loco del Callao”. Sin embargo, a pesar de contar con la participación de los músicos de Susana Baca en las guitarras, contrabajo y cajón, además de la intervención de Patricia Saravia en uno de los temas, el álbum no cuenta con el respaldo de una disquera, aún cuando la mayoría de canciones fueran grabadas en Lima durante los constantes viajes de su autor.
Así, entre valses, boleros y festejos, “El loco del Callao” es el fiel reflejo del amor que desde lejos expresa un cantautor por su propia cultura, amor que dista mucho de ser correspondido. Esta eterna contradicción, tan peruana pero tan humana, es lo que engrandece el trabajo de Carlos Cabrera. Lo cierto es que, tanto para la música —y para las artes en general— el lugar ideal al que aluden las letras de las canciones no se encuentra en la tierra que pisamos, sino en aquella que todavía recordamos.
© Reinhard Huamán Mori, del texto y la fotografía.
Publicado en el diario Expreso. Lima, abril de 2008.
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