No conozco a nadie que ignore lo que es un vampiro, en cualquiera de sus representaciones y, por muy descabellado que parezca, no hay necesidad de ser tan naif para poner en duda la existencia de estas criaturas. Curiosamente, el vampiro es una de las creaciones más aberrantes y maravillosas surgida de los rincones más recónditos de nuestro subconsciente. Es, en efecto, una poderosa y perturbadora alegoría sobre nuestros temores instintivos y, lo que es mejor, ha sabido adaptarse con mucho éxito a nuestra exasperante realidad. Tan cómodos nos sentimos unos con otros que hasta compartimos los mismos espacios: nos vemos regularmente en jugueterías, iglesias, supermercados; en la televisión o en los libros. Algunos, incluso, se han reunido en sociedades, como The Hollywood Vampires, un célebre club de copas de la pasada centuria presidido por Alice Cooper, el único superviviente de aquella glamurosa estirpe.
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A mediados de 1970 el Rainbow Bar and Grill era no solo uno de los garitos más intensos y visitados de Sunset Strip, sino que era el lugar indicado para acabar la fiesta… o para empezarla. Allí, separados del resto de los mortales y congregados en un oscuro loft, se daban cita, noche tras noche, un selecto grupo de músicos entre los que se encontraban Keith Moon, Micky Dolenz (The Monkees), Harry Nilsson, John Lennon, Ringo Starr, Bernie Taupin, entre otros, atraídos por el exceso, el rock o, como recuerda su presidente, simplemente para ver cómo aparecería vestido Moon: a veces de Adolf Hitler, otras de la reina de Inglaterra o como una apabullante mucama francesa. Empero, el tiempo es implacable y no hace nunca distinciones, ni siquiera para los vampiros, y de aquellos exuberantes aquelarres solo queda la leyenda y una placa honorífica en el Rainbow Bar con los nombres de sus díscolos integrantes. La época dorada del rock llegaría a su fin pocos años después, tras el deceso de muchos de ellos y ya nada volvería a ser igual.
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Hoy, tras cuatro décadas de letargo, los vampiros vuelven a ser noticia y no precisamente por sus pasadas gestas alcohólicas, sino por su música. En su afán por rendir tributo a sus caídos camaradas Alice Cooper lidera una vez más The Hollywood Vampires, ahora reencarnados en un supergrupo, acompañado por Joe Perry y Johnny Depp en las guitarras. El resultado es un álbum homónimo con nuevas y potentes versiones de aquellos temas que han inmortalizado a grandes bandas e intérpretes como The Doors, Led Zeppelin, Jimi Hendrix, Pink Floyd o T. Rex. La fuerza y la entereza del proyecto se sostiene íntegramente en los hombros de Alice Cooper, quien es el único nexo entre el pasado y el presente de la banda y su presencia es vital, además, para su futuro. Contrario a lo que muchos puedan suponer, el origen de esta grabación no responde a un espontáneo impulso comercial, ya que muchas de las canciones han sido perfiladas y trabajadas en las diversas giras que Cooper ha realizado en los últimos años. Sin ir muy lejos, podemos escuchar, por ejemplo, “My Generation”, “Foxy Lady” o “Break On Through (To The Other Side)” en el directo Raise the Dead: Live From The Wacken, de 2014. Asimismo, su gusto por los covers queda reflejado en algunos de sus compilatorios donde encontramos temas de Hendrix, de The Beatles o de Spirit.
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Sabe más el Diablo por viejo…
Un álbum de versiones no es tarea fácil, hay que tener mucha pericia e inteligencia para evitar caer en la mera copia o en la reproducción ramplona. Se trata, por tanto, de forjar algo nuevo con unos parámetros previamente establecidos, a los cuales hay que moldear sin deformar y cuidarse mucho de no cortar el vínculo con la versión original. Nunca. Hay que saber hacer nuestro algo que no lo es, imprimiéndole nuestra propia personalidad sin alterar la esencia de la canción. Ese es el verdadero gran reto que Hollywood Vampires ha conseguido superar.
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Si bien los temas incluidos no se distancian mucho de su clásico ritmo, hay que señalar que el riesgo está en que captan y recrean el espíritu y la atmósfera originales, introduciendo certeras modificaciones en los arreglos y acelerando la velocidad en los tempos. Gracias a ello la banda ha podido conseguir un sonido más pesado y limpio en las guitarras, potenciando los riffs y unificándolo todo bajo un mismo estilo. Ciertamente, de lo que este álbum puede alardear es de coherencia y de destreza, cualidades casi siempre ligadas a la experiencia, puesto que pasar de la psicodelia al power pop o del glam al jazz-rock no es algo que muchos puedan conseguir… con éxito, me refiero. Lo que escuchamos, entonces, es un álbum de rock de la vieja escuela, en el que la tríada instrumental tiene el predominio: unas estridentes guitarras, un bajo distorsionado y una resonante batería. En la simplicidad descansa su solidez.
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El modo en el que este trabajo está estructurado es bastante conocido por Alice Cooper, quien ha preferido volcar sus esfuerzos apostando por un álbum conceptual antes que por la fácil recopilación de viejos éxitos. El disco abre con “The Last Vampire”, una lectura de un pasaje del Drácula de Bram Stoker: “Children Of The Night”, en la tétrica voz de Sir Christopher Lee, quien en su momento encarnó con maestría al más famoso de los vampiros. La sensación de oscuridad y de peligro está muy bien ambientada no solo por la entonación grave de las palabras de advertencia de Lee, sino también por los efectos sonoros que las acompañan, propios de las películas de terror de los 50. Este recurso había sido ya utilizado por Cooper en su primer trabajo como solista: el muy bien valorado Welcome To My Nightmare, publicado en 1975, que cuenta además con la participación de Vincent Price en la voz en off para dar ese tono lúgubre y claustrofóbico que hasta ahora recordamos. Fue tan grande su repercusión que pocos años después Price repetiría la experiencia, esta vez en el súper ventas Thriller, con el que Michael Jackson obtendría la subyugante corona de Rey del Pop.
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Por fortuna, las sorpresas continúan a medida que nos adentramos en el álbum. Sigue al texto de Stoker uno de los temas con mayor pegada del conjunto y que no es un cover: “Raise The Dead”. Eso gracias a sus efectivos riffs y a una explosiva percusión. La energía y la contundencia que de ella emana hacen prever la vitalidad y la intensidad con la que el grupo encarará el resto del disco y para ello es necesaria la participación de “otros vampiros”. El primer invitado es Zak Starkey, descendiente en primera línea de uno de los genuinos Hollywood Vampires: Ringo Starr, nada menos que uno de los Fab Four. Para esta ocasión Zak se pone al frente de la batería en “My Generation” y así honrar tanto a su padre como a Keith Moon, y lo hace de modo impecable. Sin mucho delay pero con más distortion la nostalgia por aquellas lejanas noches resulta gratamente evidente y contagiosa gracias a la soberbia interpretación de este clásico de The Who. No es fortuita, por tanto, su elección como primer cover del disco.
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Entre los títulos que suscitan mayor interés está “Whole Lotta Love”, de Led Zeppelin, tema emblemático del cuarteto británico. Sin embargo, nos encontramos en el punto más irregular del álbum, ya que en una arriesgada apuesta la guitarra de Jimmy Page del inicio se ve reemplazada por la armónica de Alice Cooper y unos sintetizadores que suenan al ralentí, buscando llegar a la pausa que antecede la irrupción de la batería de Zak Starkey, quien marcará el retorno al tempo original de la canción. Pese a contar con los magníficos agudos de Brian Johnson (AC/DC) en las voces, esta versión presenta muchos efectos de estudio y es la única del conjunto que tiene un sonido un tanto artificial, pues la sensación que deja es la de que todo está muy bien calibrado, como ocurre en un laboratorio. Un dato curioso sobre esta canción: el famoso riff de Page proviene del tema “You Need Love”, compuesto por Willie Dixon en 1962 e interpretado por Muddy Watters. Posteriormente, en 1966, fue versionado por Small Faces y retitulado “You Need Loving” en el que sobresale la fuerza vocálica de Steve Marriot, siendo luego emulada punto por punto por Robert Plant. De estos providenciales hurtos nació “Whole Lotta Love”, el resto es historia.
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(Republic Records, 2015)
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Ahora bien, a pesar de que en esta ocasión The Hollywood Vampires no logran emular el ímpetu de los Zeppelin, se resarcirán muy bien con “Itchycoo Park”, precisamente de Small Faces, en gran parte debido a la cadencia punk que consiguen las guitarras de Depp y Tommy Henriksen, uno de los músicos que acompaña a Alice Cooper en sus giras. Al respecto, este último recuerda que además de su música y de sus alocadas fiestas, los Led Zeppelin acrecentaron su fama de salvajes por arrasar con los hoteles en los que se hospedaban. Empero, lo que el público desconoce es que los verdaderos campeones fueron los Small Faces, quienes hicieron de esta práctica todo un arte, llegando incluso a ser vetados en muchos hospedajes durante sus giras por Europa. Basta observar sus bruscos cambios de ritmo tan típicos en sus interpretaciones o las enérgicas piruetas de Steve Marriott en la guitarra para hacernos una idea de su talento destructivo.
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Generación perdida
Notorias son también las versiones en honor a Harry Nilsson, poseedor de una abrumadora y brillante destreza musical difícil de superar por cualquier mortal. “One/Jump Into The Fire” es un medley en el que destaca la voz de Alice Cooper, sobre todo en la parte de “Jump Into The Fire”, cuya ronca entonación en los coros se acopla a la perfección con los soberbios agudos de la guitarra de Robby Krieger. Además del guitarrista de The Doors, colaboran también Perry Farrell (Jane’s Addiction) en las voces, Bob Ezrin en teclados y el siempre-bien-acomodado Dave Grohl (Foo Fighters) en la batería. Es importante señalar que Nilsson es el prototipo del talento desperdiciado y ahogado en alcohol, pues su altísima capacidad creativa solo se vio superada por el pánico escénico y su tendencia autodestructiva e irresoluta, marcas innegables de cualquier genio. Supo ganarse la admiración de muchos, entre ellos la de The Beatles, con quienes mantuvo una envidiable y muy estrecha amistad a lo largo de los años. De hecho, solía llegar al Rainbow Bar acompañado de John Lennon, quien se encontraba en el apogeo de su famoso “Lost Weekend”, esos fantásticos y productivos 18 meses separado de Yoko Ono en los que editó tres álbumes (Mind Games, Walls And Bridges y Rock ‘n’ Roll) y produjo otros tantos más, como Pussy Cats, del propio Nilsson. Pese a no aparecer registrada en los créditos, el medley finaliza con la primera estrofa de “Coconut”, otra de las conocidas canciones de Harry Nilsson.
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La versión de “Cold Turkey”, escrita por John Lennon e interpretada por Plastic Ono Band, está también entre las más logradas, ello en parte a la sobriedad en los solos de Joe Perry y a los astillosos zumbidos que consigue. El vínculo entre el ex Beatle y Cooper se remonta hasta 1969, cuando ambos coincidieron en el Toronto Rock and Roll Revival, festival en el que actuaría la plana mayor del rock, entre ellos Chuck Berry, Jerry Lee Lewis, Bo Diddley, Little Richard, Gene Vincent o The Doors. Fue allí donde tuvo lugar el conocido incidente de la gallina, lo cual hizo que Alice Cooper —como banda en aquel entonces— se robara la atención de la prensa mundial. Son muchas las versiones que circulan, pero por lo que puede verse en el vídeo una gallina blanca es lanzada desde el escenario por Cooper, siendo luego despedazada por un desquiciado y enajenado público que se la devolvió a trozos.
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Menos traumáticas fueron las ocasiones que tuvo en común con otro de los caballeros de su Majestad, Sir Paul McCartney, cuya intervención en este álbum se da por partida triple: además de tocar el bajo y el piano se anima también a hacer un dúo con Cooper en “Come And Get It”. Esta composición fue pensada como opción para Abbey Road, pero al final fue descartada. McCartney se la ofrecería posteriormente a la banda galesa Badfinger, quienes la hicieron suya acelerando el tempo. Debido a esta leve variación la canción logró ubicarse en el top ten de los rankings americanos y británicos. El mérito de la interpretación de The Hollywood Vampires es que supera las precedentes porque el ritmo está mucho mejor sostenido e intensificado. Aquí la batería desempeña un rol desequilibrante, junto con las voces, porque resalta más que los otros instrumentos y la potencia ganada hace olvidar la candidez con la que fue grabada hace casi cinco décadas.
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Uno de los momentos estelares del disco es el medley dedicado a The Doors: “Five To One/Break On Trough (To The Other Side)”, con el que los vampiros rasguñan el cielo. Es bien sabido que el sonido característico del cuarteto californiano provenía en buena parte de los teclados de Ray Manzarek y del ecléctico ritmo de la guitarra Robby Krieger (gran amante del flamenco), pero también de la singular batería de John Densmore, cuya percusión se inclinó siempre más hacia el jazz que hacia el rock. La perfecta cohesión de estos disímiles estilos, además de las poéticas letras de Jim Morrison y de sus extravagantes excesos dentro y fuera de los escenarios, convirtieron al grupo en uno de los más influyentes y decisivos de la historia. Conscientes de este complejo virtuosismo las versiones que escuchamos presentan significativas y acertadas modificaciones. Una de ellas es la intervención de tres guitarristas: Krieger en la principal, en tanto que Henriksen y Depp se muestran muy solventes en el acompañamiento. Asimismo, se atenúa el sonido de la farfisa para dar mayor consistencia a las guitarras. Hay incluso pasajes en los que estos instrumentos suplen a la farfisa haciendo más pesada y ruidosa la interpretación. Si bien ninguno de los integrantes de The Doors formaron parte de The Hollywood Vampires la razón por la que se les rinde homenaje —en palabras de Alice Cooper— es porque, al pertenecer justo a la generación anterior de músicos, son considerados como sus hermanos mayores. De hecho, Cooper solía impostar la voz en sus inicios imitando los graves de Morrison y con el tiempo mantuvieron un vínculo estrecho entre ellos… y el alcohol, por supuesto.
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Ocurre lo mismo con la inclusión de “Manic Depression” de Jimi Hendrix, pues aunque tampoco fue un vampiro original, nunca está de más rendirle un sentido y merecido tributo. La fascinación de Cooper por Hendrix no es solo hacia su música o a su innovador legado, sino porque fue Jimi quien, sin saberlo, le ofreció su primer canuto de marihuana. Después de eso, a mi modo de ver, no existe nada ni nadie en este mundo —ni en ningún otro— que pueda romper tal unión.
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El tercer y último medley, “School’s Out/Another Brick In The Wall (Part 2)”, responde a la intención de celebrar la infancia y los primeros pasos de cinco imberbes muchachos que hicieron del rock una deslumbrante y perturbadora puesta en escena. Ellos transformaron el rock en Espectáculo. En el discurso que Rob Zombie diera el día de la introducción de la Alice Cooper band al Rock and Hall of Fame recalcó que antes de ellos el rock era sinónimo de rebeldía, pero que adolecía de villanos. Mientras que todos soñaban con el reconocimiento y el masivo agrado del público, Alice Cooper molestaba y exasperaba no solo porque su cínica propuesta musical resultaba irritante, sino porque su estética, en una sociedad abrumada por hippies, idealistas y activistas, era excesivamente repulsiva, excepto para Frank Zappa, quien les ofreció su primer contrato de grabación en 1969. Con ellos llegó el Shock-Rock y fue tanto el terreno andado en tan solo cuatro años que en 1973 conquistaron el mundo con un ambicioso álbum: Billion Dollar Babies, el cual rompió todos los récords de recaudación gracias a una fastuosa y exhaustiva gira de la mano de The Rolling Stones. Fueron muchos los hits de la banda, desde luego; empero, “School’s Out” continúa siendo una de sus más aplaudidas y vigorosas composiciones y nunca ha faltado en su repertorio ni tampoco en el de Alice Cooper como solista… Mucho menos ahora como vampiro.
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En esta nueva versión volvemos a escuchar al tándem vocal Cooper-Brian Johnson, pero con Slash (Guns N’ Roses) en la guitarra principal, en tanto que Neal Smith y Dennis Dunaway —dos de los fundadores de la Alice Cooper band— hacen lo propio en la batería y en el bajo, respectivamente. Tal como sucediera en la grabación de 1972, Bob Ezrin repite como productor y guía en la elaboración de ambos discos. Fue, por cierto, idea suya la incorporación del coro infantil que escuchamos en la mezcla original y resultó tan efectivo que hizo lo mismo siete años después para una de las canciones de The Wall: “Another Brick In The Wall (Part 2)”, otro de los himnos de Pink Floyd. Una feliz coincidencia, en este caso, es que estos dos temas formen parte del medley vampiro y no desentonan en ningún momento, sino todo lo contrario, el resultado es una simbiosis perfecta; así, mientras los instrumentos van al compás de “School’s Out”, el dueto hace lo propio con el clásico de Pink Floyd.
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El broche final, por otro lado, no es un cover, sino una composición propia y son varias las manos las que se reparten su autoría: Alice Cooper, Johnny Depp, Tommy Henriksen, Bob Ezrin y el también productor Bruce Witkin. Me refiero a la laudatoria “My Dead Drunk Friends”, una pieza muy bien conseguida cuyo ritmo oscila entre una cadencia mortuoria y la típica canción popular de cantina, ideal para esas frías noches de copas entre amigos.
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(Cooper, Perry, Depp)
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En líneas generales, Hollywood Vampires es un álbum que hace gala de un sonido impecable y limpio, con una setlist elegida con especial tino y pulcramente mezclada. No obstante, comparte la misma paradoja de las producciones de estudio de Alice Cooper: los temas se oyen mucho mejor en concierto, ya sea por la catarsis que produce tocarlos con el amplificador al máximo o por su definida contundencia interpretativa. Así lo confirmamos en su debut en el macro festival Rock In Rio en 2015 o en los siguientes directos que el supergrupo ha venido ofreciendo desde la aparición del disco. Un claro ejemplo de su potencia en vivo se aprecia en “I Got A Line On You” de Spirit o en la infalible “Jeepster” de T. Rex que tienen la cualidad de invitar al público a moverse. Esto ha contribuido a que su repercusión y recepción hayan sido verdaderamente grandes, motivo por el cual The Hollywood Vampires han incorporado más títulos para sus restantes presentaciones, algunos de los cuales aparecen en la edición deluxe lanzada solo para descarga. Estos son “I’m A Boy”, de The Who; “Seven and Seven Is”, una joya de Love ya versionada anteriormente por Cooper para su álbum Special Forces de 1981, y “As Bad As I Am”, acreditado a Depp, Henriksen y Witkin.
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En el pequeño booklet que encontramos en el interior del álbum hay una frase expiatoria firmada por Bernie Taupin y que no por manida carece de certeza: “but rather than dwell on the negatives, wouldn’t it be better to remember what the dead gave us and what the living can still contribute?”. Al fin y al cabo, ¿no es ese el mejor aliciente para querer ser un vampiro?
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© Reinhard Huamán Mori, del artículo.
Publicado en Operación Marte. México. 31.I.2017.
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