Hilda Hilst: Trece poemas

Hilda Hilst

Hilda Hilst

 

XVI

               O que nós vemos das coisas são as coisas.
               (Fernando Pessoa)

Las cosas no existen.
Lo que existe es la idea
melancólica y suave

que hacemos de las cosas.

La mesa de escribir es hecha de amor
y de sumisión.
En tanto
nadie la ve
como yo la veo.
Para los hombres
es hecha de madera
y esta cubierta de tinta.
Para mí también
más la madera
protege su interior
pues su interior es humano.

Los libros son criaturas.
Cada página un año de vida,
cada lectura un poco de alegría
y esta alegría
es igual al consuelo de los hombres
cuando inquietos permanecemos
en respuesta a sus inquietudes.

Las cosas no existen.
La idea, sí.

La idea es infinita
igual que el sueño de los niños.

                         de: Balada de Alzira [1951]

 

 

NO HABLEMOS.
Y que las voluntades primeras
permanezcan
gigantes y sin forma
sin ningún camino
para el mundo de los hombres.

 

IV

[fragmento]

               A Vinicius de Moraes

En la hora de mi muerte
estarán a mi lado más hombres
infinitamente mas hombres que mujeres.
(Porque fui más amante que amiga)
Sin duda dirán las cosas que no fui.
Como entonces con gran generosidad:
No era mal poeta la pequeña Hilda.

Tendré rosas en el cuerpo, en las manos, en los pies.

Son todos tan delicados
tan delicados…

                         de: Balada do Festival [1955]

 

 

16

No es verdad.
No todo fue tierra y sexo
en mí
si soy poeta
es porque también
se hablar de amor
suavemente.

Y como nadie se
acariciar
la cabeza de un perro
en la madrugada.

 

19

Prométeme que te quedarás
hasta que la madrugada te sorprenda.
Aunque no sea abril
esta noche que desciende
aunque no haya estrella y esperanza
en este amor que amanece

                         de: Roteiro do silêncio [1959]

 

 

I

Nave
ave
molino
y más todo seré

Para que sea leve
mi paso
en vuestro
camino

                         de: Trovas de muito amor para um amado senhor [1960]

 

 

III

Tu sueño no es un sueño común.
Extiendes la vigilia
y aprendes a través de la oscuridad.
También así
el mar reposa.

                         de: Pequenos funerais cantantes ao poeta Carlos Maria de Araújo [1967]

 

 

IV

¿Qué boca ha de roer el tiempo? ¿Qué rostro
Ha de llegar después del mío? ¿Cuantas veces
el tejido leve de mi soplo ha de posarse
sobre la blancura agitada de tu pecho?

¿Atravesáremos juntos las grandes espirales
la arteria extendida del silencio, el vacío
la planicie del tiempo?

Cuantas veces dirás: vida, estrella vespertina, magna-marina
y cuantas veces diré: eres mío. Y en las distendidas
tardes, de largas lunas, de madrugadas agónicas
sin poder tocarte. Cuantas veces, amor

Una nueva vertiente ha de nacer en ti
y cuantas han de morir en mí.

                         de: Júbilo, memória, noviciado da paixão [1974]

 

 

XIX

Si yo supiese
tu nombre verdadero

te tomaría
húmeda, tenue

y entonces descansarías.

Si susurraras
tu nombre secreto
en mis caminos
entre la vida y el sueño

Te prometo, muerte,
la vida de un poeta. La mía:
Palabras vivas, Fuego, Fuente.

Si me tocaras,
amantísima, blanda
como fui tocada por los hombres

en vez de Muerte
te llamo Poesía
Fuego, Fuente, Palabra viva
Suerte.

 

XXII

No me busques ahí
donde los vivos visitan
a los llamados muertos.
Búscame
dentro de las grandes aguas
en las plazas
en el fuego corazón
entre caballos, perros,
en los arrozales, en el arroyo
o junto a los pájaros
o en el reflejo
de otro alguien,
subiendo un duro camino

Piedra, semilla, sal
pasos de la vida. Búscame ahí.
Viva.

                         de: Da morte. Odes mínimas [1980]

 

 

VI

Hoy te canto y después en el polvo que he de ser
te cantaré de nuevo. Y tantas vidas tendré
cuantas me darás para otra vez amanecer
intentándote buscar. Porque vives de mí, Sin Nombre,
sutilísimo amado, relincho del infinito, y vivo
porque sé de ti tu hambre, tu noche de herrumbre
tu pasto es mi verso rociado de tintas
y de un verde negro tu casco en los arenales
donde me pisas hondo. Hoy te canto
y después enmudezco si te alcanzo. Y juntos
iremos a teñir el espacio. De luces. De sangre.
De sangre.

                         de: Sobre a tua grande face [1986]

 

 

XXII

Que las barcazas del Tiempo me devuelvan
la primitiva urna de palabras.
que me devuelvan a ti y a tu rostro
como lo conocí desde siempre: punzante
pero centellante de vida, renovado
como si el sol y el rostro caminasen
porque venia de uno la luz del otro.

Que me devuelvan la noche, el espacio
para sentirme tan vasta y poseída
como si aguas y maderas de todas las barcazas
se hiciesen materia rediviva, adolescencia y mito.

Que te devuelva la fuente de mi primer grito.

 

 

III

Descansa.
El hombre ya se hizo
el oscuro ciego rabioso animal
que pretendías.

                         de: Amavisse [1989]

 

Selección y traducción: Leo Lobos
Fotografía: Archivo Hilda Hilst – CEDAE-IEL-UNICAMP

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