Espolón
Soy el agujero de la carne que no encuentra su hueso, esa roseta que va presenciando la infancia, rodeado de astutos gusanos que se alimentan del corazón vaporoso. Uno que se detesta salvaje con ojos cielorraso, comiendo claveles para el aliento paseante con sus peces muertos. ¿De qué puedo quejarme? ¿Quién desmenuza mi dengue y desaparece en el mar? ¿Cuánto de Lima llovizna por mi rostro? Soy afortunado por la tristeza heredada, por la calvicie en manos de mujeres a las que no renunció ni denunció por todas las bombas de los hospitales donde habitaba mi cráneo. Es la naturaleza de las prisiones, es el error de la música con su dorso que eriza la angustia de estos tambores, la música sin pies, la música demolición, con su medida profunda para encender los senos que provocan los mares. Soy el que entrega el misterio para su combustión. Las hogueras peregrinas fabulan para canonizarme, pero yo sólo quiero morir con el paisaje.
El matadero
Sus noches son caletas de cieno, con aceitosas aguas que ensanchan las sombras de los hombres comunes y sus raudales cantos de solistas exprimidos. Madrid y sus habitantes topos. Madrid y su agosto de engranaje que sangra hurones, con su gesto hondo suplicante oliendo a pimiento en la despensa de una letrina. Y yo que no me voy de este párpado, no me dejan, me atrapan las lámparas amontonadas sobre la sangre del ojo y su granero de gata que hacina mi pluma; al momento de la partida, la ciudad se remueve y estalla el viento que escribe mi profecía. Madrid y su crespón devoto, su mujer frutal, su lecho de selva anochecida con sus labios melocotoneros; el olor de sus piernas me lleva a la incertidumbre, al calor invernadero, me lleva al borde de la cornisa ausencia, al abismo donde quiero lanzarme. Madrid, en agosto, siempre es una ciudad desierto, llena de soledad y calles carnívoras que vegetan o tal vez sea yo quien ha expulsado a los que me habitan, para dejar de ser estancia, lugar y miedo.
Acróbata
Porque el amor es una canción que se evapora
un fuego pueril a las cinco de la mañana
con su viento macilento en el azul de unos pezones
como garúa incurable sobre el enfermo
un clavel desplomándose
en el reguero abrazo de carne virulenta
ausente de belleza que desmenuza el latón de este pecho
¿quién se ha trenzado en él?
¿quién sigue su instinto y se alegra por terminar en su sombra?
se sabe de la muerte antes de ser cadáver
su afasia flamea por la saliva
con su boca labrada acaba minúscula en la noche
te arrastra en caderas como raíces estrujantes
en el vacío codicioso en el vacío del ceño
de la sonrisa ronca que desala la lengua
ese no sé qué quimérico y ruinoso
sólo es un muñón de madera
equilibrista
que arde y te destruye.
Circular
Quise separar el sueño del no ser
evitar el tropiezo con el mismo acto
pero he confiado mi abrazo
para sentirme sostenido por un perfume de mar
donde despertaba con rojas tormentas
ahora se amontonan los actos contradictorios
los senos que sacudían los edificios se arropan al miedo
los muslos caminos hacia la puerta se alejan de las preguntas
la significancia dejó de pertenecer a mi cuerpo
mi centro precario se desmorona en el ángulo impreciso de tu tobillo
y me repito y me repito
caigo lento como bestia que echa raíces en el aire
en la intermitencia de un fósforo encendido
en la certeza de los buques insomnes que me atacan
bajo el calcinante golpe de tu lumbre.
Palisandro
Tengo tal necesidad de su carne que mi lucidez se ha petrificado
en los poros bolcheviques de sus labios
adquirí la facultad embriagadora opulenta de senos
de frutas ausentes de bosques
convalezco en el lenguaje
y mi gesto convulso sufre de carbón y de mujer
como llamarada de un destino habitante
ahuyente en la tormenta de mi diván soñoliento
como niño palpando la neblina padezco
la sed de un barco
la ingrata ceniza del gusano henchido de tumba y tiempo
vestido de azote y hojarasca
con la tristeza elástica de los catres
como potro con holgura desvarío trompetas
de la boca desierto de su jazz insania de abandono
de la concertina distancia que reduce los huesos
en este viento lento viento tiempo viento muslos que se anidan
en la piedra de mi boca
y me hallo mutilado en toda la sonrisa
¿por qué la vida crucifica continentes entierra horizontes mata carcajadas?
¿por qué se traga pájaros y desvela el sonido del ciprés?
vaciar el dolor como vaciar la música de los ríos como
vaciar la rompiente de la ola como vaciar
un volcán con todas
sus pedrerías.
[ INÉDITOS ]
© Giovanni Collazos, de los poemas.
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