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Capítulo I
Las cualidades de la Piedra Filosófica
La Piedra de la cual se produce esta operación contiene en sí todos los colores. Es, en efecto, banca, roja de un rojo ardiente, más amarilla que ninguna, celeste, verde, oscura. En esta piedra están contenidos los cuatro elementos. Tiene la cualidad del agua, del aire, del fuego y de la tierra. Alberga veladamente el calor y la sequedad y en ella se manifiesta el frío y la humedad[1]. Lo que debemos hacer es ocultar aquello que es manifiesto y hacer manifiesto aquello que permanece oculto. El contenido oculto, esto es calor y sequedad, es un aceite y este aceite es seco: es esta sequedad, y no otra, la que tiñe, porque solo el alkali[2] tiñe. Lo que se muestra de modo manifiesto es algo frío y húmedo, un humo acuoso que corrompe. Se debe hacer, por tanto, que aquella humedad y aquel frío sean equitativos al calor y a la sequedad para que el fuego no se evapore: porque en el medio de aquella humedad y de aquel frío hay una pequeña parte de calor y de sequedad, por lo que aquello que es frío y húmedo debe acoger el calor y la sequedad que estaban ocultos en el interior, convirtiéndose en una única sustancia. Aquel frío y aquella humedad son el humo acuoso que corrompe y del que ya hemos hablado, pues la humedad acuosa y ardiente corrompe el cuerpo y lo vuelve de color negro. Todas estas imperfecciones deben ser destruidas en el fuego mediante sus diversas gradaciones.
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Capítulo II
Las propiedades de la Piedra
Este es el Libro de las Tres Palabras, el libro de la piedra preciosa, que es un cuerpo aéreo y volátil, frío y húmedo, acuoso y ardiente y que lleva dentro de sí el calor, la sequedad, el frío y la humedad: algunas de estas virtudes están ocultas, otras manifiestas. Y como lo que está oculto puede tornarse manifiesto, así lo que es manifiesto puede volverse oculto por virtud divina, el calor como la sequedad. De hecho, los filósofos persas[3] sostienen que el frío y la humedad acuosa y ardiente no van a la par con el calor y con la sequedad: porque estos destruyen a los primeros por virtud divina. Entonces este espíritu se transforma en un cuerpo excelentísimo que no evapora al fuego y fluye como el aceite: es la tintura viva que se multiplica, confiere peso, colora, da esplendor y consolida, bellísima, penetrante, protectora y perpetua, la que a todo vence y es preciosa como el sol.
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Capítulo III
El calor y la sequedad que se encuentran ocultos en la humedad y en el frío
La admirable obra de las tres palabras es la obra de la piedra preciosa en la que se encuentran el frío y la humedad acuosa y ardiente, mientras que oculto en ella yace el calor: pero estas tres palabras son leídas e interpretadas de otra manera por algunos, de modo que podemos volver oculto aquello que es manifiesto y manifiesto lo que permanece oculto. Lo oculto es de la naturaleza del sol y del fuego, es el aceite más precioso de todas las cosas ocultas, tintura viva, agua perpetua, que vive y que se conserva en lo eterno, vinagre de los filósofos, espíritu penetrativo[4]; lo oculto es lo que tiñe, añade y revive, aquello que rectifica e ilumina a todos aquellos que han muerto y los hace resurgir[5], porque su calor y su sequedad no evaporan al fuego. En cambio el fuego acuoso y ardiente evapora al fuego y se destruye.
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Capítulo IV
La transformación del espíritu en cuerpo y del cuerpo en espíritu
Para que sea completamente manifiesto aquello que está oculto el espíritu de lo húmedo y del frío debe ser transformado en cuerpo. A su vez, este cuerpo debe ser transformado en espíritu. Luego nuevamente el espíritu debe volverse cuerpo: entonces se volverán amigos el frío y la humedad, el calor y la sequedad. Por eso sostienen los filósofos persas que es admirable el modo en que esta se produce, pero que puede suceder por virtud de Dios, con dulce equilibrio regulado por el fuego con moderación. La duración de este proceso es de dos días más siete. De hecho, el dos se puede entender por el tres, el cinco por el dos, pero el tres no puede comprenderse[6]. Estas son las tres palabras preciosas, ocultas y manifiestas concedidas no a los malvados, impíos ni infieles, sino más bien a los fieles y a los pobres, desde el primero hasta el último.
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Capítulo V
Los planetas y las obras que sus imágenes realizan sobre el mercurio
Digo, por tanto, que en el mercurio se llevan a cabo las obras de los planetas y sus imágenes se reflejan en sus partes, como los planetas mismos operan en el feto, influyendo de modo diverso en los partos[7]. De hecho, durante el primer mes, cuando el semen es acogido en el útero, opera Saturno, congelando y manteniendo la materia en una única masa con su frío y su sequedad. En el segundo mes obra Júpiter, haciéndola madurar con su calor hasta formar una masa de carne denominada embrión. En el tercer mes rige Marte que se encuentra activo en los opuestos de la materia y con su calor y su sequedad divide y separa aquella masa, delineando las extremidades. En el cuarto mes el Sol, como señor, hace penetrar el espíritu y así el feto comienza a vivir. En el quinto mes opera Mercurio que produce las cavidades y las aberturas que permiten la respiración. En el sexto mes Venus dispone ordenadamente las cejas, los ojos, los testículos, etc. En el séptimo mes la Luna, con su frío y su humedad, expele al feto que, si nace, entonces puede vivir, pero si no nace sufre y se debilita. El octavo mes es nuevamente regido por Saturno con su frío y sequedad quien posibilita que el feto sea retenido en el útero: si nace, entonces no puede vivir. En el noveno mes opera también Júpiter quien, nutriéndolo con su calor y su humedad, devuelve al feto su fuerza: así, al final del noveno mes puede nacer y vivir bien. Esta es la verdad. El agua mantiene durante tres meses al feto en el útero, el fuego otros tantos lo custodia, el aire lo nutre por tres mes también: el cumplimiento se da cuando la preciosa sangre, que nutre por el ombligo, empieza a subir hacia los senos de la madre y que luego de los dolores del parto adquiere el color de la nieve. No se abre la vía de salida al niño hasta que no pueda soportar el aire. Cuando finalmente sale abre la boca y puede ser amamantado.
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Capítulo VI
La observación de los planetas en la obra de la alquimia
Debemos comprender qué significan estos tres meses. Esto se debe aprender con la mente aguda y debemos mantenerlos unidos y extraer el dos: sin el dos no se comprende el tres, pero por el tres en este contexto se comprende el dos más siete. Por eso todos aquellos que desean aprender este arte aguzan el ingenio para descubrir el tesoro de las tres palabras: en ellas está oculta la completa preparación y la virtud de la piedra, que contiene calor y sequedad, sequedad que es aceite vivo, tintura viva, sequedad teñida y profundidad de las tinturas, es decir, calor y sequedad que se unen[8]. Todos aquellos que han podido ver esto en su principio han comprendido la palabra que ha sido pronunciada y aquellos que han escuchado las tres palabras han tenido gran maravilla. Esta es su explicación: como desde el principio de la concepción hasta el nacimiento del niño cada planeta da su propia imagen a la parte establecida, según el decreto de la virtud creadora divina, así yo, Rachaidebi, afirmo, en verdad, que en todas las operaciones alquímicas cada planeta produce su propia imagen en el lugar establecido, hasta que la obra llega a su cumplimiento y nace artificialmente la alquimia[9]. Pero si debo decir la verdad con mayor claridad, ella nace naturalmente según el movimiento de todos los planetas, como Dios mostró en el protoplasto[10] y posee la naturaleza de todas las tinturas: así nace el mercurio, que contiene en sí los cuatro elementos y la naturaleza de todas las tinturas de acuerdo a sus grados. En la obra de la alquimia muchos se equivocan y pocos alcanzan la meta. En efecto, sobre esta obra influye la danza de la Luna y el círculo del Sol. Tres son los grados: el primero es débil, el segundo es estable y el tercero perfecto. Tres son los puntos determinados: el primero, cuando el Sol entra en Aries y está en su exaltación[11]; el segundo cuando el Sol está en Leo; el tercero cuando el Sol está en Sagitario. El círculo del Sol es de 28 años, en 19 años la alquimia obtiene su mineral y los demás, que se encuentran enumerados en la tabla de la alquimia. Del número de la danza de la Luna hemos descubierto los grados, de nueve a doce, y de uno a dos, de ciento sesenta y tres a veinticuatro. Siete los hemos descubierto en el círculo del Sol. Comprendemos, por tanto, por qué la obra de la alquimia se cumple de acuerdo con estos grados[12].
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Capítulo VII
Explicación de las tres palabras
Volvamos a la explicación de las tres palabras en las que consiste todo el arte. Agua: se dice que por tres meses mantiene el feto en el útero. Aire: lo nutre por tres meses. Fuego: también lo conserva por el mismo período de tiempo. Todo lo que aquí se ha dicho es verdadero, por analogía, sobre el mercurio. Esta palabra, este discurso, este término oscuro así se esclarece y permite comprender la verdad. Diversa es la naturaleza en la mujer embarazada y en el mercurio, pero esto ha sido descubierto por la semejanza del calor que hay en el útero: se estima que sea un fuego de treinta y dos grados[13]. Por lo que esta tercera sentencia “El fuego también lo custodia” es oscura: muchos se equivocan en este punto y entran, sin saberlo, en la región de la tierra, porque de tres grados toman dos y de estos dos son extraídos los demás. De esta forma el libro está dividido en una red de treinta y dos partes y en estos grados se cumple por completo la tercera palabra, de la que tanto se habla. El primer grado completa al aire y al agua. El segundo completa todo aquello que hemos dicho y más. Este es el don de Dios.
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Capítulo VIII
Los grados del Fuego
El filósofo del rey de los persas y del príncipe de los romanos dijo: “Divide las tres palabras en dos partes y a estas divídelas a su vez en dos partes y de estas dos provienen los treinta y dos grados”, que son aquellos dentro de los cuales se delimita el fuego, llamadas partículas de fuego. Ellas son señaladas por las porciones del arca[14] que se divide en treinta y dos partes y son llamadas almec. Todos estos grados se encuentran dispersos en las dos primeras partes, que son los dos términos y al ser divididos en cuatro partes se subdividen a su vez en treinta y dos: así el primer grado es la partícula de fuego, albechir, y es única y simple tanto es así que se la define como “casi nada”. Es el fuego ligero con el cual comenzamos a comprender el mercurio al rojo, cuando los maestros persas lo llevaron a la muerte con sutil ingenio y dos palabras se alcanzan en seis maenchen. Luego se obtiene la tercera palabra, que es oscura: muchos yerran y pierden la cabeza por ella. El filósofo del rey de los persas dijo: “Dividámosla por la mitad”. La mitad está hecha de tres maenchen y está regida por dos grados, que son dos partículas de fuego. Por tanto, estas tres palabras se cumplen en veintidós maenchen regido por ocho grados de fuego. El tercer término es de veinte maenchen gobernado por dieciséis grados. El cuarto es de veinticuatro maenchen y de cuatro días y es regido por treinta y dos grados, es decir, partículas, de fuego. Así todos los filósofos persas. Alabado sea Dios y su santo nombre. Esto ha sido dicho del fuego temperado a propósito de las tres palabras sobre la naturaleza de la mujer embarazada, tenida como ejemplo del fuego necesario para el mercurio.
Todos estos términos se dividen a la mitad porque entre ellos son veintitrés manahen y siete diethen: al final del primer término abre el tesoro y proyecta lo que has encontrado: pero si se eleva y emite humo cuando lo deposites sobre una lámina incandescente, entonces no está todavía listo. Vuelve a meterlo al fuego de dieciséis, pues contiene ocho grados de fuego y luego abre de nuevo el tesoro y ponlo en una lámina caliente para ver si todavía se eleva y emite humo, ya que en ese caso tampoco estará listo. Vuelve a meterlo al fuego de veinte, el que contiene dieciséis grados, y abre el tesoro y si aún desprende humo todavía no está cocido. Entonces ponlo a fuego de veinticuatro maenchen y cuatro diethen, que contiene treinta y dos grados: ahora sí estará lista la piedra preciosa que funde, verde o color oro o amarillo o rojo. Por ello sea alabado Dios y su santo nombre, que es bendito sobre todos los nombres, por este su santo don.
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Reinhard Huaman Mori, de la versión al castellano.
de: Alchimia. I testi della tradizione occidentale. Arnoldo Mondadori Editore. Milán. 2006.
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NOTAS
[*] Este tratado de origen incierto es atribuido, junto con el Liber secretorum alchimiae, al primer alquimista árabe, el califa omeya Khãlid ibn Yazid ibn Mu’awiya, quien —como narra el prólogo del Testamento de Morieno— habría recibido de este último la enseñanza de la alquimia y, según al-Nadim, habría sido el primer autor de obras alquímicas en árabe, además de supervisar la traducción de escritos griegos sobre la transmutación. El elemento relevante en el Liber trium verborum, que fue de gran influencia en la tradición occidental postmedieval, es la unión entre alquimia y astrología, efectuada a través de la mediación de la embriología. El paralelo entre la creación de la piedra filosofal y el embarazo, puesto en conocimiento en el texto bizantino atribuido a Cleopatra y recuperado por Morieno, está aquí resumido por la descripción de la influencia de los planetas. Empero, al contrario de la relación lineal entre planetas y meses del embarazo aceptados por la medicina astrológica, la influencia planetaria sobre la alquimia es “explicada” mediante una enigmática fórmula numerológica, la cual parece ser la raíz de las “tres palabras” y que llevan a especulaciones simbólicas hasta la fecha no investigadas.
[1] La dinámica oculto/manifiesto aquí propuesta, según la cual los contrarios se encuentran en los contrarios y que una pequeña parte de calor y sequedad que está en el interior del frío y la humedad hace posible la conjunción entre las partes opuestas, es otra cosa gracias a las relaciones entre las cualidades ilustradas en el cuadro de los elementos, según los cuales las transformaciones de estos son posibles a partir de la pertenencia de una cualidad (calor, humedad, etc.), a dos elementos contiguos, como cualidad principal o propia de uno y como cualidad secundaria o perteneciente al otro (el fuego, caliente y seco, está contiguo a la tierra, seca y fría, pero también al aire, húmedo y caliente; mientras que el agua, fría y húmeda, está contigua al aire, húmedo y caliente, y a la tierra, seca y fría).
[2] En su significado más genérico el término se refiere a las cenizas, la sustancia quemada que no puede ya adherirse al fuego y con ella se preparaban las “tinturas” en la alquimia griega.
[3] Tanto los filósofos persas, como los “filósofos hindúes” que encontramos en el texto atribuido a Razi conocían de los motivos orientales añadidos sobre la alquimia que procedían de los textos griegos. Sobre la figura de Kalid, quien posteriormente se denominará Rachaidebi, cfr. Ruska, Arabische Alchemisten. I; Lory, Alchimie, pp. 12-16; Halleux, Les Textes, p. 65. Pero sobre el Liber trium verborum hay pocas noticias: Ruska, pp. 49-50 se limita a observar que el contenido del texto concierne a la posición de los planetas en el desarrollo de las operaciones alquímicas, mientras que Halleux simplemente señala la diferencia entre las dos ediciones, confiriendo mayor credibilidad a la que utilizó. A nuestro juicio no existen estudios sobre este texto, por lo que la unión entre las tradiciones astrológica y alquímica es un tema muy relevante y no menor, pese al antiguo paralelismo entre planetas y metales, ya que también —junto con el motivo de las “tres palabras” misteriosas— tendrá un amplio desarrollo a partir del tardo Medioevo con la unión entre la alquimia y la tradición oculta.
[4] Las aquí enumeradas son las cualidades del agua sulfúrea o divina.
[5] Se ha tocado ya el tema de la resurrección en el tratado de Cleopatra y en los Septem tractatus Hermetis: metáfora del proceso de fluidificación final de la sustancia perfeccionada, pero es también motivo de gran referencia en el contexto de la tradición religiosa tales como la islámica y la cristiana, orientadas por una concepción escatológica de la salvación, en donde el tema de la resurrección de los cuerpos es el elemento sobresaliente. cfr. también el Libro de la misericordia, cap. LXXI.
[6] Este enigma numerológico se relaciona con el paralelismo instituido mucho después entre la obra alquímica y la formación del feto.
[7] La influencia de los planetas en varios meses del embarazo es una de las partes especiales de la medicina astrológica árabe y este tema pasará a la medicina occidental, en textos como De secretis mulierum, atribuido a Alberto Magno: cfr. Ch. Burnett, “The planets and the development of the human embryo”, en The Human Embryo. Aristoteles and the Arabic and European Tradition, ed. G. R. Dunstan, University of Exeter Press, Exeter, 1990, pp. 95-112. Al mercurio como materia prima de la obra alquímica, sujeto a todas las transformaciones posibles, le corresponde el planeta Mercurio, que en la tradición astrológica de matriz islámica es considerado capaz de influir sobre las cuatro cualidades elementales, mientras que cada uno de los otros planetas se combina con un elemento.
[8] La virtud de unir, que en la dinámica elemental natural pertenece al frío auxiliado por lo húmedo, es posible artificialmente por el calor, que en la naturaleza es una fuerza que separa, ayudado por la sequedad. Esto ha sido también analizado por Freudenthal: The Problem of Cohesion.
[9] Alchimia, como en el Testamento de Morieno y en otros textos traducidos del árabe, indica el producto de la obra, además del arte.
[10] La comparación entre el producto de la obra alquímica y Adán nos lleva hasta Zózimo y será luego retomado en el siglo XIII por Roger Bacon, quien subraya el equilibrio elemental del cuerpo y la longevidad del protoplasto: en ambos casos falta la peculiar conexión de naturaleza astrológica.
[11] “Exaltación” es un término técnico de la astrología que indica la relación entre un signo y un planeta y entre los cuales hay una afinidad completa (por ejemplo Cáncer y la Luna): cuando el planeta se encuentra en tal signo su capacidad de irradiar su propia influencia es máxima.
[12] El vínculo entre obra alquímica y astrología está presente tanto en la cultura islámica como en la latina.
[13] La escala de medida de estos grados nos es desconocida. A ello se añade la formulación oscura de la última parte del capítulo, que parece aludir a algo como un dispositivo gráfico relativo a la gradación del calor, y también a dispositivos (tablas) análogas a las utilizadas por astrónomos y La parte final del presente capítulo podría provenir de los astrólogos. Recordamos que del Liber trium verborum no se conoce el original, que se supone que es árabe (entre los diversos autores denominados Kalid hay alguno considerado de origen árabe: cfr. Ferguson, Bibliotheca Chemica, I, pp. 448-50, que se confiere a este autor el nombre de Rachaidebi). La unión entre numerología y ciencia alquímica ha sido ampliamente estudiada en relación a los escritos de corpus giabiriano, pero sin alusiones al texto que aquí nos interesa, por Paul Krauss, Pierre Lory y Syed N. Haq.
[14] El término, que parece tener relación con el “tesoro” de la última parte del capítulo, probablemente indica al recipiente en el que se pone el “mercurio”, materia de la obra alquímica, que es sometido después a un fuego incrementado de modo progresivo según sus proporciones y que, en la formulación que tenemos, resultan incomprensibles.
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