Un día: viento más fuerte de lo que nadie esperaba. Más que ningún otro
desde que se registran
tales cosas. Anti-
natural dicen las noticias. Hasta el cuerpo lo dice. Qué parte del cuerpo—miro
abajo, puedo
sentirlo, sí, no sé,
dónde. Sumergiéndonos también,
haciendo de los campos, los árboles, un elenco de personajes en un
innegociable
drama, decretado, férrea oscuridad de luz cansada, todo deshaciéndose a sí mismo
a la vez. También sostenido, como en un pensamiento
odioso, o una vanidad que se arroja sobre ti desde la
nada y hace
que uno sienta la malicia de ser fiel a una
idea. Todo inevitable y agitado como
amaneceres de un futuro ignoto. Ahora quién va a arreglar esto. Y cómo el futuro
adquiere forma
demasiado rápido. Lo permanente refluye. No deja
nada similar a
huellas, han sido borradas, la hierba prolifera, vida que perturba vida, y es tumulto
a nuestro alrededor, como un enclaustramiento
extremo, difuminando la sensación
del estado del
ser. El que ayer mismo existía, calmo y
cierto. Como el derecho a la
intimidad—qué extraño sentimiento, aquí, el derecho—
piensa en tu aflicción dice el
viento, no alegues ignorancia, y el pasado
se infiltra más y
más, mucho más lejos de donde solía llegar, golpeando los postigos que
acabo de ajustar de nuevo, enorme mal-
entendido en torno a mí que estoy tan
quieta en
el centro de esta habitación, y escucho—oh,
no hay controversias, se está
de acuerdo en todo, de buen grado nos pusimos en marcha, y
supimos además jugar con reglas, y si te digo ahora
vámonos
a algún sitio la idea no sobrevivirá
a su instante, ahora está aquí, cargando un vendaval
de Atlántico Norte, siseando Piensa en
el cuerpo del océano que cada segundo se alza hacia mi
encuentro , y su
antigua e-
vaporación, cómo se entrega a
mí, y cómo el mundo es nuestra ley, la intraderiva de nosotros en nos-
otros, un coralismo de elementos en nosotros y cómo
este entremezclarnos no tiene in-
teligencia, forma
reverberación, sílabas intranscriptibles, ad-herencias, y cómo es el asombro lo que
mana de nosotros cuando, en el
bucle, en lo más bajo
de la cadena
alimenticia, surgido
de corrientes submarinas y 1 grado más caliente, el in-
dispensable
plancton es empujado al norte, y más al norte todavía,
desovando muy tarde para la eclosión de la larva del bacalao,
así que la cría no sobrevivirá, ni la
especie al final, en la ahora-mismo siempre in-
terrumpible desaceleración de la
corriente
del golfo, así que yo, hablando contra este viento hoy, a voces, a nadie, soy de golpe
consciente
de que he escrito mis poemas, lo siento en
mis inútiles
manos, palmas en mi regazo, y en mi escucha, y también el recuerdo de una estación en su
plenitud, en donde se derrama como un
obtuso llanto este in-
cesante destellar de hojas, loco de sombras, por
tragaluces, muros, las enconrvadas filas de árboles
salpicados de astillas de
luz como
sonrisas que se tuercen—infinidad de ellas—serpenteando entre los muros, sobre las
hierbas—bocas
que alcanzan
otras bocas—succionando todo el
aire—vastos alientos en vaivén entre las hirientes brumas—y avivadme
más aún dice este viento nuevo, y
de acuerdo con el juicio
vuestro, y
estoy inclinando mi corazón hacia el fin,
no puedo fallar, este sábado, temprano, a mediodía, este arrojarme,
enmarañadas furias a lomos de mis múltiples espaldas, contra tus cimientos y tu
mejor, más joven
árbol, el que saliste a apuntalar de nuevo, y las piedras sueltas en el alféizar.
© Jorie Graham, del poema
© Rubén Martín, de la versión al castellano
de: Rompiente. Bartleby Editores. Madrid. 2014.
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