W.B. Yeats. Celtic Twilight (parte 1)

William Butler Yeats

William Butler Yeats

el diablo

Mi anciana criada de Mayo me dijo un día que algo muy malo había bajado por la carretera y había entrado a la casa de enfrente, y aunque no me quiso decir qué era, yo lo supe muy bien. Otro día ella me contó de alguien que pensaban que era el diablo había querido hacer el amor con dos amigas suyas. Una de ellas estaba parada al lado del camino, cuando apareció montado en un caballo y le pidió que se siente detrás de él para cabalgar juntos. Cuando esta se negó este desapareció. La otra estaba en el camino por la noche mientras esperaba a su novio, cuando algo apareció aleteando y rodando por el camino hasta sus pies. Tenía la forma de un periódico y, repentinamente, voló hasta su cara, y ella supo por su tamaño que era el Irish Times. Sorpresivamente, aquello se transformó en un joven que le pidió que la acompañara a una caminata. Esta tampoco aceptó y él desapareció.

Sé también de un anciano, en las colinas de Ben Bulben, que encontró al diablo tocando una campana debajo de su cama, así que el anciano corrió hacia la iglesia y se robó la campana que había allí y logró espantarlo. Probablemente, en este caso como en los anteriores, no fue el diablo el que se apareció, sino algún pobre espíritu de los bosques al que sus apestosos pies lo metieron en problemas.

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los bosques encantados

I

El verano pasado, cada vez que terminaban mis días de trabajo, solía deambular por los amplios bosques, y ahí usualmente me encontraba con un viejo campesino con el que conversaba acerca de su trabajo y el bosque. Una o dos veces un amigo vino conmigo a quien el anciano le abría su corazón más fácilmente que a mí. El anciano había dedicado su vida a alejar los hechizos del olmo, el avellano, la alheña, y el carpinus que estaban en los caminos; y había reflexionado mucho sobre las criaturas naturales y sobrenaturales del bosque. Él ha escuchado al puerco espín —al que llama ‘Grainne oge’— «refunfuñando como un cristiano», y está seguro de que estos animales se roban manzanas rodando debajo de los manzanos hasta que haya alguna clavada en cada una de sus púas. Está también seguro de que los gatos, los cuales abundan en el bosque, poseen un lenguaje propio —algo así como el irlandés antiguo. El anciano dice que “los gatos eran serpientes y se convirtieron en gatos al momento de sucederse un gran cambio en el mundo. Por eso es que son tan difíciles de matar, y también por eso es peligroso meterse con ellos. Si fastidias a un gato podría clavarte sus garras o morderte de una forma tal que podría envenenarte, y eso sería el colmillo de la serpiente”. Algunas veces piensa que los gatos se transforman en gatos salvajes y que luego les crece una uña en la punta de la cola; pero estos gatos salvajes no son los gatos monteses que han vivido siempre en el bosque. Los zorros, dice él, fueron una vez mansos, como son los gatos hoy en día, pero una vez se escaparon y se volvieron salvajes. El anciano habla de todas las criaturas salvajes, excepto de las ardillas —a las que odia—, con lo que pareciera ser un afectivo interés; aunque algunas veces sus ojos brillan con placer mientras recuerda cómo, cuando era niño, hizo que algunos puerco espines se desenrollaran poniendo debajo de ellos manojos de paja en llamas.

No estoy seguro si el anciano distingue claramente lo natural de lo sobrenatural. El otro día me dijo que a los zorros y a los gatos les gusta, por sobre todas las cosas, estar en los vados y lirios luego de la caída de la noche; y ciertamente podría pasar de contar una historia de zorros a una de espíritus sin el menor cambio de su voz, como cuando habla de los gatos monteses —una bestia poco común hoy en día. Muchos años atrás el anciano solía trabajar en los huertos y una vez lo hicieron dormir en el de una casa donde había un desván lleno de manzanas, y toda la noche oyó personas moviendo platos, cuchillos y tenedores. Una vez me contó que pudo ver una imagen completamente fuera de lo normal en el bosque. Me dijo: “cierta vez, mientras estaba cortando madera en Inchy, alrededor de las ocho de la mañana, vi una muchacha recogiendo nueces, con su cabello cayendo sobre sus hombros. Tenía el cabello castaño y un rostro bonito y limpio, era alta, no llevaba puesto nada sobre la cabeza; su vestido no era para nada ostentoso, sino muy simple. Cuando la muchacha sintió mi presencia se levantó súbitamente y desapareció como si la tierra la hubiese tragado. La seguí y la busqué, pero nunca pude verla de nuevo desde aquel día, nunca más”. El anciano usó la palabra “limpio” así como nosotros usamos las palabras “fresco” o “calmado”.

Otros también han visto espíritus en el bosque encantado. Un trabajador nos contó lo que un amigo suyo había visto en una parte del bosque conocido como Shanwalla, una antigua aldea que existió antes que aquellos hierbajos que ahora se ven. Él dijo: “una noche partí de Lawrence Mangan, del patio de la finca, y él se fue por el camino que pasa por Shanwalla deseándome buenas noches. Dos horas más tarde se encontraba de regreso en el patio y me pidió que prendiera una vela que estaba en el establo. Y me contó que cuando pasó por Shanwalla un hombre muy pequeño, tan alto como su rodilla, pero con una cabeza tan grande como la de un adulto normal, se acercó a él y lo condujo fuera del camino y sus inmediaciones. Finalmente, le hizo dar vueltas hasta que lo hizo llegar a un horno y luego desapareció.”

Una mujer me contó sobre una visión que ella y otros más habían tenido en un profundo lago cerca del río. Me dijo, “estábamos bajando las escalinatas de la iglesia con un grupo de personas y un viento muy fuerte derribó sobre el río dos árboles y el agua que levantaron llegó hasta el cielo. Y todos los que estaban conmigo vieron diversas figuras, pero yo solo vi una que estaba sentada en la orilla por donde habían caído los árboles. Vestía de traje oscuro y estaba decapitado.”

Un hombre me dijo que un día, cuando era niño, él y otro muchacho fueron a capturar un caballo en un campo lleno de rocas y arbustos de avellanos y enebros, esto es, la parte del lago que se muestra un poco despejada del bosque. Le dijo al niño que estaba con él, “te apuesto un botón a que si arrojo una piedra sobre ese arbusto se mantendrá ahí”, con lo que quería decir que el arbusto estaba tan enredado que la piedra no iba a poder pasar entre sus ramas. Así es que levantó “una roca hecha del excremento de una vaca y, al momento en que ésta tocó el arbusto, se escuchó la música más bella que se hubiese escuchado”. Los dos corrieron asustados, y cuando se habían alejado unos 200 metros miraron hacia atrás y vieron una mujer vestida de blanco, caminando alrededor del arbusto. “Al principio tenía la apariencia de una mujer, luego la de un hombre, y no dejaba de dar vueltas alrededor del arbusto.”

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II

Usualmente me enredo en discusiones más complicadas que los caminos de Inchy, acerca de cuál es la verdadera naturaleza de las apariciones; pero otras veces

Cubierta de The Celtic Twilight, de 1902

Cubierta de The Celtic Twilight, de 1902

digo, como Sócrates dijo cuando le pidieron una sabia opinión acerca de la aparición de una ninfa de Iliso: “la opinión popular es suficiente para mí”. Yo creo que toda la naturaleza está llena de personas que no podemos ver, y que algunas de ellas son feas y grotescas, y algunas malvadas y estúpidas. Pero también creo, que muchas de ellas son muy bellas, incluso mucho más que cualquier ser que hayamos podido ver en este mundo, y creo que no están muy lejos de nosotros cuando caminamos por lugares tranquilos y placenteros. Incluso cuando era niño, nunca pude caminar en un bosque sin sentir que en cualquier momento me iba a encontrar con alguien o algo que había esperado encontrar por mucho tiempo sin saber lo que estaba buscando. Hoy en día, algunas veces exploro cada rincón de algún bosquecillo con pasos ansiosos; así de profunda es mi creencia en estas cosas. Ustedes también se podrán encontrar con tales imaginaciones, en algún lugar, a donde quiera que las estrellas que te rigen quieran; Saturno guiándolos por el bosque, o la luna, o también hacia las fronteras del mar. No admito ciertas creencias que dicen que no hay nada en el ocaso, donde nuestros antepasados imaginaron a la muerte siguiendo a su pastor, el sol; o nada más que vagas presencias casi como si no se movieran. Si la belleza no es la puerta de salida de la red en la que nos introdujeron al nacer, no más sería belleza, y encontraríamos más agradable quedarnos sentados en casa al lado del fuego engordando un cuerpo ocioso o practicaríamos algún deporte sin sentido, en vez de observar el más fino espectáculo que la luz y la sombra alguna vez hicieron entre las verdes hojas. Yo me digo, cuando logro escapar de esas densas discusiones, que los divinos espíritus están ahí, sin lugar a dudas, porque solamente nosotros, los que no somos ni simples ni sabios, los hemos negado. Y aquellas personas sencillas de todos los tiempos y los sabios de tiempos antiguos los han visto e, incluso, han hablado con ellos. Ellos viven apasionadas vidas no muy lejos de nosotros, como supongo, y nosotros estaremos entre ellos luego de nuestra muerte, si llegamos a morir, pero conservando nuestra naturaleza sencilla y apasionada. Quizás sea la muerte la que nos una a todo aquel romance, y quizá algún día pelearemos contra dragones entre montañas azules, o quizás un día nos demos cuenta de que todo el romance no es sino,

sombras mezcladas con imágenes

de las fechorías del hombre en épocas más grandiosas que estas,

como aquellos ancianos que idearon el Paraíso terrenal, cuando eran buenos espíritus.

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el grueso cráneo del afortunado

I

Una vez, un grupo de campesinos islandeses encontró un cráneo bastante grueso en el cementerio en el que el poeta Egil fue enterrado. Su gran grosor les hizo creer con seguridad que pertenecía a un gran hombre, sin duda del mismísimo Egil. Para estar completamente seguros colgaron el cráneo de una pared y lo golpearon fuertemente con un martillo. Se puso blanco en los lugares donde lo golpearon, pero en ningún momento se rompió, lo que los hizo convencerse de que en verdad era el cráneo del poeta y, por lo tanto, debía ser valorado con los honores correspondientes. En Irlanda tenemos un cercano parentesco con los islandeses o “daneses”, como llamamos a los pobladores de los países escandinavos. En algunos de nuestros lugares montañosos y estériles, y en nuestras villas en las fronteras marítimas, todavía nos ponemos a prueba de muchas formas, parecidas a las que los islandeses usaron con la cabeza de Egil. Probablemente, hemos adquirido esas costumbres de los antiguos piratas daneses, cuyos descendientes, los pobladores de Rosses, me dijeron que todavía recuerdan cada monte y cerro en Irlanda que alguna vez pertenecieron a sus antepasados, y son capaces de describir Rosses con tanta precisión como lo haría cualquier nativo. Existe un distrito en la frontera marítima conocido como Roughley, donde los hombres son conocidos por no afeitarse nunca o por no arreglar sus salvajes barbas coloradas, y porque siempre hay una pelea. Los he visto en una carrera de botes lastimándose unos a otros y luego de fuertes discusiones gritos gaélicos, se golpean unos a otros con los remos. El primer bote había encallado y utilizando sus grandes remos para golpear lograron detener al segundo bote que pasaba, solo para darle la victoria al tercero. Un día, dice la gente de Sligo, un hombre de Roughley fue juzgado en Sligo por romperle el cráneo a un hombre durante una pelea, y este usó una defensa que no era desconocida en Irlanda, esto es, que algunas cabezas son tan delgadas que uno no puede hacerse responsable de ellas. El acusado se volteó con una mirada de desprecio y mirando al persecutor, gritó “el pequeño cráneo de ese tipo se rompería como la cáscara de un huevo si lo golpeara”. Y sonriéndole al juez con una voz zalamera le dijo: “pero un hombre podría golpearle la cabeza a su señoría toda la noche sin conseguir partirla”.

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II

Yo escribí todo esto hace varios años, basándome en aquello que eran antiguos recuerdos. Estuve en Roughley hace unos días y lo encontré tan desolado como otros lugares abandonados Quizás había estado pensando en Moughorow, un lugar mucho más salvaje, ya que los recuerdos de la infancia son demasiado frágiles como para darles tanta credibilidad.

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Versión al castellano de Lars Stojnic Chávez

Una respuesta

  1. cachorro no te acuerdas…?????????????

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