Óscar Málaga. Elogios

El poeta en una calle de Auckland

 

 

Elogio del desastre

 

El hombre desnudo impone su propia altura,

el aliento feroz de su erótico vacío,

la convergencia de sus miradas al pie del muro.

En la espesura de la noche se ha perdido el rastro de la música,

el alborozo de una piel socavada por la ternura.

Y la poesía se ha vuelto ejercicio de corsarios.

Mutilada palabra por la usura de los mercaderes.

Ladridos formando una pechuga de faisán.

En la ciudad calcinada resplandece como una luna de latón.

No hay turba ni voz solitaria que salga indemne de este desastre.

Todos hemos muerto.

Y el cielo se ha desplomado,

mientras una multitud sin sospechas brotaba de las oficinas.

 

 

 

Elogio del amor

 

Darling, you are wonderful tonight

Eric Clapton

 

Nadie puede escapar, nos sujeta un sueño.

Los hombres somos tristes, siempre estamos llenos de propósitos.

De eso se trata, susurrar tu nombre hasta que el mundo esté helado.

No es bueno dormir con el televisor encendido.

Es inquietante pero los cuerpos siempre sonríen.

Me voy a quedar mucho tiempo contigo.

Como una enfermedad que no conoce la muerte.

Quemo la sombra de todas mis palabras sobre la lejanía de tu mejilla.

Antes de enmudecer te escribo este poema.

Que se vaya tu amor, tu locura, tu luz, tu espalda plateada.

Que todas esas verdades se escondan ciegas y desnudas

bajo estas palabras que no tienen estribor ni babor.

Que sean las orillas húmedas y silenciosas

adonde retorne cada noche a esperar mi nacimiento.

No intentes liberarte.

No se sopla un sueño como una hoja el viento del otoño.

Llegué a ti cruzando un bosque.

Imaginé un claro, una fuente, una cabaña, un jardín.

Lo permitido a las aves no lo está a los hombres.

Tus ojos siguieron tristes. Tu extraña mueca helada.

Pero sucede que los campos de fresas están en flor.

Aúllo buscando mi propio rebaño.

Me gustaría poner un poco de orden en mi poesía.

Chica, estuviste maravillosa esta noche.

 

Dos

La poesía es una música vagamente luminosa.

¿Acaso debes estar a mi lado para escucharte crecer?

Como todas las aves hermosas tu vuelo era triste.

En el azul del cielo te veo desaparecer y siento cierto regocijo.

Es penoso no tener talento para reconocer con calma la hora de la partida.

Esa será una enfermedad que me perseguirá toda la vida.

Como tus ojos rotos bajo la sombra de la luna.

Pienso con frecuencia en el porvenir cuando apago el televisor;

incluso cuando pienso en ti. Pero el sueño me vence.

Todo goza de tal desorden que a veces perderme me calma.

Eras una puerta abierta. Son hermosas las puertas abiertas.

Los pájaros vuelan más altos que nosotros.

El sol los quema con violencia. Tú tienes su olor.

Sus alas quemadas. Su mirada sorprendida.

Te escribo desde un mundo helado.

Construyo un horno con lo que tengo a la mano.

Imagino que soy un ladrón dueño de cierta cortesía.

Toda mi riqueza la he dejado en tu corazón.

La frase no es feliz pero esta vez es un asunto de honor no de poesía.

Siempre te esperé para verte partir con tu mano tibia cubriendo tus ojos.

¿Quién no aspira a dormir tranquilo después de un breve minuto de paz?

Pero siempre vivo organizando mudanzas.

Y en esos ajetreos he perdido mis pertenencias.

Ahora mismo escribo este poema por lo que no escucho el ruido de tu risa.

Déjame ver el cielo azul del otoño. El amor nos adormece.

Déjame tatuar mi nombre en la bruma. Que mi corazón vuelva a ser

un viento en el desierto que no se deja atrapar.

Nunca podré vivir de otro modo. No sabría explicar por qué.

Ese es el misterio que me hace tratar de entender el vuelo de los pájaros.

Abrazar a quien en mitad de la noche instala su nido entre mis ramas.

Podría buscar a mis vecinos y hablar con ellos hasta la madrugada.

Pero soy un mal conversador. Mis palabras están muertas.

Prefiero cruzar la noche olvidándome de todos los fantasmas.

Esperar que alguien logre arrancarme todas las rosas en flor que llevo ocultas para ofrecerle.

Arder sin que se queje de que en mi casa el fuego hiela los huesos.

Siempre pienso en ti pero mis ojos siguen atentos al voltigeo de los pájaros.

No puedo evitarlo. De nada sirve apresurar el paso.

Soy un gato salvaje con los ojos encendidos.

 

Tres

No te busqué para comprender mejor este planeta frío.

Llegaste a la mitad de la noche cuando la biblioteca

ya no era suficiente para calentar la madrugada.

El amor es un forastero que construye

su cabaña al borde de un precipicio.

Un hombre que duerme solo no es una región fría.

Estoy preocupado pero no estoy muerto. Llega otra vez el otoño.

Sucede que me gustaría dormir mil años.

Al despertar solo serás un ave desapareciendo detrás de la colina.

Una mujer de ojos solitarios se ha acercado a leer este poema.

Le digo que no puedo escapar y ella me ofrece todo lo que posee.

Tengo la impresión que alguien a lo lejos me mira.

He querido poner las cosas en claro pero no sé ni puedo hacerlo.

En el azul de sus ojos no he leído nada extraordinario pero he sonreído.

Y alegremente me he bañado en su sangre. Alegremente

me he descubierto aferrado a tus manos.

En esta época los campos están en flor, las aves vienen del norte

y yo salgo a pasearme por las calles anaranjadas.

Mi chompa negra es todo mi esplendor.

Durante mucho tiempo serás una montaña petrificada en mi corazón.

De nada sirve mirar fijamente el horizonte: es una forma de muerte.

No hay nada que comprender.

Nunca encontraremos la calma. Este es el único otoño.

El de tus cabellos sobre mi rostro para que yo no tenga frío.

Después de la lluvia las calles se llenan de colores

y las flores crecen a pesar de la nieve húmeda.

Te veo desaparecer y te hago un gesto de adiós sabiendo que es tan inútil

como todos los sueños que inventé por ti al encontrarte.

Solo nos queda este planeta frío.

Nuestra sombra amarrada a la eternidad. La hierba

que se balancea con el silbar del viento.

 

 

© Óscar Málaga, de los poemas.

De El libro del atolondrado, hipocampo editores, 2004.

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